En nuestra cultura occidental, siempre hemos pensado que el mandamiento de "ir y hacer discípulos", se trata de un trabajo informativo, de hablar acerca de Jesús a la gente, de mostrar los milagros que puede hacer y de como conocerlo cambiará tu vida.
Y eso está perfecto, es algo que tú y yo debemos hacer. Pero hay una parte que generalmente obviamos y es el trasfondo cultural en el cual se dio este mandamiento, el contexto y el significado que la palabra "discípulo" tenía para ellos.
En los tiempos de Jesús, ser discípulo de un Rabí era un honor, y se dejaba todo por seguirlo y aprender de él lo que más pudieras, tendrías que estar dispuesto a soportar el hambre, el cansancio, las largas jornadas de caminatas desplazándote de un lugar a otro y aceptando la hospitalidad de las personas, pero todo ese sacrificio valía la pena, porque ganarías sabiduría. Mientras más tiempo pasabas con el Rabí más cosas aprendías, y no solo se aprendía por vista , sino por ponerlo en práctica, aprendías a ser servicial acompañando al Rabí en sus jornadas de ayuda al necesitado, aprendías la manera de vivir y de pensar del Rabí viviendo con él, imitando lo que él hacía.
Esa es la parte más importante que a veces olvidamos, para ir y hacer discípulos, primero debes aprender a vivir como el Rabí, y nuestro Rabí, nuestro maestro, es Jesús. Debes pasar tiempo con Él, debes aprender a vivir de la forma que él vivió y luego estarás listo para ir a discipular a otros, no solo diciéndoles como deben vivir y que deben hacer, sino dando el ejemplo, que seas alguien que puedan imitar, es ahí en donde nuestro testimonio tiene peso porque tiene el poder de transformar vidas.